Cuanto tiempo de esperas incompletas,
de ficciones enredadas en recuerdos,
cuánto mutismo surcando las noches de mi cuerpo,
todo desvanecido en un instante al calor de una mirada.
Cual ciénaga repleta de misterios tu nombre se mezcló entre mis heridas
zurciendo la parte que había muerto,
regalando vida a la sangre que brotaba,
musitando versos nuevos a mi esencia.
Las manos que antaño fueron humo nacieron al roce de tu cuerpo,
fui hierba que brota entre las rocas
y llanto evaporado entre tus labios.
Sosegada caricia de luna en mi regazo,
trozo de tiempo,
azulada presencia,
has cegado de golpe el claustro de mis días y coloreado de soles mi tristeza.
En este bosque de silencio que había sido;
Dríade sin nombre has culminado entre mis brazos.
23 de abril de 2008
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