A propósito de una canción desconocida, de un cantante desconocido, cuyo título y tonada me han hecho pensar que también la perfección puede ser imperfecta (y quizá esto debí saberlo en mi adolescencia, pero las epifanías con retraso no tienen por qué ser malas):
¿Qué si soy una perdedora? Probablemente. No estoy en el lugar en que pensé, hace diez años, que estaría; no he hecho nada bueno por alguien últimamente; sigo siendo la gruñona antisocial de siempre; mi grupo de amigos se ha hecho más pequeño con el paso de los años; no tengo una cuenta en el banco; no he publicado ni un miserable cuento; y a veces, cuando me deprimo, pienso que estoy muy lejos de alcanzar la felicidad. Y esa soy yo. (No voy a hablar de las cosas y las personas buenas que me rodean, porque este escrito no se trata de eso; sino de descubrir esa parte de mí que quisiera que los demás jamás notaran; de descubrir que dentro de cada uno de nosotros hay tanta miseria a veces que no podemos dejar de admitir que continuar; que no rendirse es ya de por sí, un poderoso milagro; un instinto de supervivencia; un ‘algo’ que no nos permite salir derrotado totalmente).
Algo me dice que hay un perdedor en cada ser humano que le ayuda a no rendirse, a continuar luchando, a no derrumbarse. Es mi tesis, quizá no bien planteada, quizá sin orden lógico, pero confío en que al menos alguien más crea que el caos también puede llegar a ser hermoso.
Bonito artículo, creo que no existen perdedores ni ganadores simplemente seres humanos que vivimos.
ResponderBorrarMuy de acuerdo, estamos educados para ver la cosas de forma polar: bueno-malo, blanco-negro, la vida está llena de matices, de epsacios intermedios entre estos polos.
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