Día frío de febrero, las 11:44 AM, el día anuncia resfriado, o al menos eso es lo que el dolor en el pecho parece indicarme. Hago un paréntesis en mis labores –que aunque se preste a burlas, el día de hoy sí termino algunas cosas pendientes- para escribir un poco. Estos días he estado leyendo en demasía, empiezo a darme cuenta de que en realidad nunca llegaré a leer ni la cuarta parte de los libros que en verdad vale la pena leer. Quizá por eso este año empecé con aquellas obras que han alcanzado nivel de clásicos, o cuyos autores han sido destacados como una influencia realmente importante dentro de lo que se escribe hoy en día; Jane Austen, Truman Capote, Agatha Christie, Charlotte Brönte, y Vargas Llosa por mencionar sólo algunos han dejado mi cerebro rebosante y mi vista más cansada aún en el inicio de este 2010; entre más los leo, más pienso en que quizá, en que definitivamente…
Me detengo un instante, he decido no pensar tanto, dejo congelada la ¿imagen?, la frase en mi cerebro y continúo, divago, pienso en ese cuento que estoy pensando convertir en novela; en esa novela que está estancada, y en ese cuento congelado desde hace año y medio que al fin empieza a cobrar forma, pienso en…
Y de nuevo me detengo, no más pensamientos por hoy. Día frío de febrero, las 11:57 AM, el día anuncia sueño, hastío e irónicamente buen humor. Hay pequeñas partículas de proyectos rebotando contra mi cuerpo; rebotando, rebotando, el dolor en mi pecho aumenta y el no pensar resulta cansado, cansado, rebotan, cansado, me d-e-t-e-n-g-o…
24 de febrero de 2010.
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