En la soledad del Espacio Cibernético,
vagando por la Ruta de los Iconos,
encontré tu nombre y lo perdí.
Dispuesto a hallar tu rostro
en la Pantalla, navegué día y noche
por las Luces de Eudora.
Entre en Listas y Memorias,
anduve en las ciudades virtuales de América Futura
y recorrí Playas con nudistas holandesas.
Sexoservidoras sin volumen ni sombra,
paradas en la Carretera Cibernética,
me ofrecieron sus brazos infieles.
Los pájaros volaban inmóviles en la Página Actual,
los rayos de tus ojos me devolvían siempre al Comienzo,
los sacerdotes del siglo XXI alzaban el cáliz hacia Todo.
Ansioso de hallarte envié cartas electrónicas,
abrí Ventanas, tomé Atajos, exploré Formatos,
inserté Números, recorrí Bandejas y Basureros,
me metí en Programas, examiné Fotos,
Periódicos, Anuncios, Opciones; frecuenté los mares
del Spanglish, pero tu amor siempre se escapaba.
El deseo no satisfecho me dio insomnio y ansiedad,
y ganas frecuentes de asomarme a la ventana
de un edificio fantástico de cincuenta pisos.
En el laberinto de los ordenadores vi la Imagen Total de Dios,
oculto bajo Vocabularios, Informaciones, Descripciones,
Símbolos y Signos, y páginas de web.
Después de viajar sentado por la intensa nada,
creyéndote cerca, siempre lejana, cerré la puerta
a la vida que se abre y se cierra con un clic
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