En esta hiel que es mi cuerpo,
se derraman los nombres de los campos.
La amarga inquietud de mis anhelos se deshace,
goteando su veneno bajo un lirio.
Congelada llanura en que mis manos tiemblan,
asidas a un tiempo que derrama sangre,
prendidas al último silencio que me pertenece.
Sal, arena y odio se combinan en mi rostro de párpados cerrados,
en mi vientre planicie del desierto,
en la última partícula de humano que me queda.
Esta ausencia que fui desemboca en la amargura,
el cíclope devorador de almas despertó,
¿quién puede detener a este demonio despojado de sus alas?
26 de marzo de 2008