jueves, 27 de marzo de 2008

AMOR ES AMOR

El telegrafista contó las palabras. El médico no le puso atención. Estaba pendiente de un voluminoso libro abierto junto al manipulador. Preguntó si era una novela.
-Los Miserables, Víctor Hugo -telegrafió el telegrafista. Selló, la copia del telegrama y regresó a la baranda con el libro-. Creo que con éste demoramos hasta diciembre.
Desde hacía años sabía el doctor Giraldo que el telegrafista ocupaba sus horas libres en transmitirle poemas a la telegrafista de San Bernardo del Viento. Ignoraba que también leyera novelas.
-Ya esto es en serio -dijo, hojeando el manoseado mamotreto que despertó en su memoria confusas emociones de adolescente-. Alejandro Dumas sería más apropiado.
-A ella le gusta éste -explicó el telegrafista.
-¿Ya la conoces?
El telegrafista negó con la cabeza.
-Pero es lo mismo -dijo-; la reconocería en cualquier parte del mundo por los saltitos que da siempre en la erre.
García Márquez. La mala hora. Página 59.

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