Herman Hesse, El Lobo Estepario.
Nosotros, los míseros, los incomprendidos; no tenemos un cielo. La noche baña nuestros corazones al abrir los ojos, y la luz no se cuela por el hierro de nuestras heridas.
Nosotros dormimos con las espinas adheridas a la espalda, con el olor a azufre flotando en nuestro cuerpo. Las mariposas huyen asustadas de nuestra mirada y el fuego es avivado con nuestra melancolía,
“Pordioseros, neuróticos, inservibles” piensa la gente al vernos; “despojos, aves de mal agüero” susurran las calles por las que desgastamos nuestros pasos.
Somos la tristeza recorriendo el mundo. Hemos visto cerrarse puerta tras puerta; nuestras lágrimas han causado asco; nuestro talante es lepra ante los ojos de los otros.
Llegamos a este mundo con la muerte dibujada en nuestro rostro. Los niños se burlan de las llagas que rodean nuestro cuerpo; y las palabras que brotan de nuestros labios son lamentos que no desean escuchar.
Nosotros, los predicadores del dolor no tenemos patria, amor, ni paz; somos ermitaños perseguidos por el mundo; un día confiamos: nuestra fe fue pisoteada y el odio se volvió en nuestra contra.
Llegamos solos a este universo y solos marcharemos hacia al limbo. Nunca nadie entenderá nuestra desdicha. Seremos humillados y no conoceremos el consuelo.
Nosotros, los de corazón débil quisimos cambiar al mundo y sólo hemos encontrado cómo destruirnos.
13 de junio de 2006.
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