sábado, 20 de octubre de 2007
El otro- Rosario Castellanos
¿Por qué decir nombres de dioses, astros
espumas de un océano invisible,
polen de los jardines más remotos?
Si nos duele la vida, si cada día llega
desgarrando la entraña, si cada noche cae
convulsa, asesinada.
Si nos duele el dolor en alguien, en un hombre
al que no conocemos, pero está
presente a todas horas y es la víctima
y el enemigo y el amor y todo
lo que nos falta para ser enteros.
Nunca digas que es tuya la tiniebla,
no te bebas de un sorbo la alegría.
Mira a tu alrededor: hay otro, siempre hay otro.
Lo que él respira es lo que a ti te asfixia,
lo que come es tu hambre.
Muere con la mitad más pura de tu muerte.
CANEK -PARA MI CLON-
CANEK
Los dos llegaron cojeando: Guy y el perrito más dócil que había nacido en el patio. Guy tenía una pierna vendada
y el perrito una de las patitas envuelta en trapos. Los dos caminaban a saltos. El perrito gruñía —tal vez de dolor— y meneaba la cola —tal vez de agradecimiento.
—Nos caímos, Jacinto.
—Ya lo veo, niño Guy.
—Al perrito se le torció una patita. Ya se la compuse.
—¿Y tú?
—Acércate. No se lo digas a nadie. Me vendé sólo para consolarlo. Yo no tengo nada.
Abreu Gómez, Ermilo. Canek, Plaza Janes, Barcelona, 2000.
domingo, 14 de octubre de 2007
MIS LIBROS 2007
1. El Proceso – Kafka
2. Amazonas, viaje imposible- Juan Madrid
FEBRERO
3. El sudario de hierro y otros cuentos góticos- Antología (Recopilación de Roberto Cueto)
4. Mujeres de ojos grandes- Ángeles Mastretta
5. Mal de amores-Ángeles Mastretta
6. Desayuno en Tiffany’s- Truman Capote
MARZO
7. El apando- José Revueltas
8. Ataúdes tallados a mano- Truman Capote
9. La insoportable levedad del ser- Milan Kundera
10. Tiempo de alacranes- Bernardo Fernández
ABRIL
11. Demasiadas vidas- Ángel Palou
12. Si me regreso me muero- Ana Klein
13. El alcalde de Furnes- George Simenon
MAYO
14. El invitado de Drácula- Bram Stoker.
15. Los mitos de Cthulhu- Lovecraft y otros.
16. El tigre en la casa – Eduardo Lizalde
17. Vurt- Jeff Noon
18. Libertad bajo palabra- Octavio Paz
19. Corazón tan blanco- Javier Marías
JUNIO
20. Samahua- Leonardo da Jandra
21. Frankenstein- Marie Shelley
22. Arráncame la vida- Ángeles Mastretta
23. Álbum de familia- Rosario Castellanos
24. Demasiadas vidas (relectura) – Á. Palou
25. Las pequeñas memorias- José Saramago
JULIO
26. Ensayo sobre la ceguera- José Saramago
27. Doble error- Prosper Merrimé
AGOSTO
28. El retrato de Dorian Grey- Oscar Wilde
29. Romancero gitano- Federico García Lorca
30. Poeta en Nueva York- Federico García Lorca
31. Cuentos de terror- Antología
32. Diez relatos de Terror- Antología (Editorial PLAZA & JANÉS)
33. Historias desaforadas- A. Bioy Casares
34. El primer hombre- Albert Camus
SEPTIEMBRE
35. La madriguera del gusano blanco- Bram Stoker
36. El libro de la risa y el olvido- Milan KunderA
37. La dama del sudario Bram Stoker
OCTUBRE
38. El entierro de las ratas- Bram Stoker
PSICOSIS
transformas las flores a tu paso,
y el diluvio se detiene en tu mirada.
Luchar contigo es rendir tributo a las caricias,
morir en el regazo de los vivos.
Todo termina en este instante,
es el fondo del mar cada suspiro.
AGUA NOCTURNA
La noche de ojos de caballo que tiemblan en la noche,
la noche de ojos de agua en el campo dormido,
está en tus ojos de caballo que tiembla,
está en tus ojos de agua secreta.
Ojos de agua de sombra,
ojos de agua de pozo,
ojos de agua de sueño.
El silencio y la soledad,
como dos pequeños animales a quienes guía la luna,
beben en esos ojos,
beben en esas aguas.
Si abres los ojos,
se abre la noche de puertas de musgo,
se abre el reino secreto del agua
que mana del centro de la noche.
Y si los cierras,
un río, una corriente dulce y silenciosa,
te inunda por dentro, avanza, te hace oscura:
la noche moja riberas en tu alma.
jueves, 11 de octubre de 2007
LUNA LLENA IV
mientras avanza la noche en la ciudad el hombre sufre en sus disfraz de bestia.
Recorren ambos la soledad de asfalto,
el instinto los domina,
las sangre les está llamando.
El hombre dese el final,
el lobo inmortal sufre.
Un gozo secreto les inunda cuando otros latidos culminan en sus manos.
LUNA LLENA III
«Hoy he presenciado lo siguiente...»
Así comienza «The Cleft» , la última novela de la premiada que la editorial Lumen publicará el próximo año. La Razón publica el arranque del primer capítulo Hoy he presenciado lo siguiente: Cuando los carros llegan de la granja al acabar el verano, cargados con el vino, las aceitunas, las frutas, se respira un ambiente festivo en la casa y yo me sumo a él. Desde mis ventanas observo atento, como los esclavos de la casa, la llegada de los bueyes cuando doblan el camino, aguzo el oído para escuchar el chirrido del carro. Hoy los bueyes tenían los ojos desorbitados y estaban inquietos a causa de la ruidosa congestión en la carretera hacia el oeste. Su blancura había embermejado, casi como la túnica del esclavo Marcus, y su pelaje estaba cubierto de polvo. Las chicas, expectantes, han salido corriendo hacia el carro, no solo por todos los deliciosos productos que se disponían a colocar en la despensa, sino por Marcus, quien en el último año se ha convertido en un joven bello. Su garganta acumulaba demasiado polvo para permitirle devolver los saludos, y se precipitó al surtidor, agarró el cántaro que había allí y bebió ―y bebió―, se volcó agua sobre la cabeza, de donde surgió, tras esta libación, un montón de rizos negros, y lo soltó apresuradamente sobre los azulejos, donde se hizo añicos. En ese momento, Lolla, a cuya madre compró mi padre durante un viaje a Sicilia, una chica de carácter explosivo, se abalanzó sobre Marcus espetándole reproches y acusaciones. Él le gritó a su vez, defendiéndose. Los otros sirvientes ya estaban descargando las jarras de vino y aceite y la vendimia, negra y dorada, y era una escena concurrida, bulliciosa. Los bueyes comenzaron a mugir y entonces, con aire de ostentosa impaciencia, Lolla tomó un segundo cántaro y lo sumergió en el agua y corrió con él hacia los bueyes, donde llenó los pilones, que ya estaban casi vacíos. Era responsabilidad de Marcus asegurarse de que los bueyes tuvieran agua tan pronto como llegaran. Agacharon sus enormes cabezas y bebieron, mientras Lolla se volvía de nuevo contra Marcus, regañándolo y con aspecto enojado. Marcus era el hijo de un sirviente de la casa de la hacienda, y estos dos se conocían de toda la vida. A veces, él había trabajado aquí, en nuestra casa de la ciudad, a veces ella había ido a pasar el verano a la casa de la hacienda. Lolla era conocida por su genio, y si Marcus no hubiera estado sofocado y sediento después del largo y pesado viaje, probablemente se habría reído de ella, habría calmado su arrebato de impaciencia. Pero estos dos ya no eran niños: bastaba con verlos juntos para percatarse de que el enfado de ella, la hosquedad de él, no eran tan solo el resultado de una tarde acalorada. Se acercó a los bueyes, evitando la sacudida de los enormes cuernos, y empezó a calmarlos. Los liberó de los yugos y los condujo bajo la sombra de la gran higuera, donde colgó las cinchas sobre una rama. Por alguna razón, la ternura de Marcus hacia los bueyes irritó a Lolla todavía más. Se quedó quieta, mirando, mientras las otras chicas pasaban delante de ella trajinando los productos del carro, y sus mejillas estaban de color escarlata y sus ojos acusaban y reprobaban al chico. Él no le hizo caso alguno. Caminó frente a ella como si no estuviera allí, hasta la terraza, donde cogió otra túnica de su fardo y, después de sacarse la túnica polvorienta, se roció con agua otra vez y, sin secarse ―el calor lo haría en un momento― se puso la limpia. Lolla parecía más tranquila. Apoyaba la mano en la pared de la terraza, y ahora estaba arrepentida, o a punto de estarlo. De nuevo hizo caso omiso de ella, pero se quedó al fondo de la terraza, mirando fijamente los bueyes, sus bultos. “Marcus…”, dijo ella en su tono de voz habitual, y él se encogió de hombros, despreciándola. En ese momento la última de las tinajas y la fruta ya estaban dentro. Se encontraban los dos solos en la terraza. “Marcus”, repitió Lolla, esta vez melosa. Volvió la cabeza para mirarla, y a mí no me habría gustado recibir esa mirada. Desdeñosa, enojada; muy lejos de la complacencia que ella estaba esperando. Se dirigió a la verja para cerrarla, y se alejó de ambas. Las dependencias de los esclavos se encontraban al final del jardín. Tomó su fardo y echó a andar, decidido, hacia donde iba a pasar esa noche. “Marcus”, suplicó. Parecía a punto de romper a llorar. Estaba por entrar en las dependencias masculinas, dio con él cuando ya desaparecía tras la puerta. No tuve necesidad de observar más. Sabía que ella encontraría un pretexto para quedarse a esperarlo en el patio ―tal vez acariciando y mimando a los bueyes, dándoles higos, o simulando la atención que tanto requerían. Estaría aguardándolo. Sabía que él pretendía salir con el resto de los chicos en busca de diversión nocturna; no visitaba a menudo esta casa en plena Roma. Pero también sabía que estos dos pasarían la noche juntos, sin importar lo que él prefiriera. Esta breve escena, a mis ojos, resume una verdad sobre las relaciones entre hombres y mujeres. Con frecuencia, al percibir algo como una revelación mientras observaba la vida de la casa, me sentía impelido a ir a la habitación donde guardaba ese inmenso grueso de información sobre el que se supone que estaba trabajando. Ahora ya hacía años que la tenía. Otros antes de mí habían declarado su intención de interpretarla. ¿Qué era? Un montón de material acumulado durante siglos, en su origen una historia oral, una parte de la cual se transcribió tiempo después, con el propósito de ocuparse del más temprano de nuestros testimonios, las gentes de nuestra tierra. Era un material voluminoso y renuente que había derrotado a más de un historiador esperanzado, y no solo por su dificultad, sino por su naturaleza. Cualquiera que trabaje sobre él debe saber que si algún día llegara a dotarlo de una forma que pudiera recibir un nombre, y presentarlo como un producto de erudición, este sería atacado, retado, y tal vez calificado de espurio. No soy una persona que disfrute las riñas entre intelectuales. El tipo de hombre que soy no tiene ninguna importancia en este debate; ya se ha discutido si debía permitirse la existencia de esta fábula más allá de las polvorientas estanterías donde siempre se ha conservado. “La Raja” ―no fui yo quien escogió el título― se consideró tan subversivo que en varias ocasiones quedó relegado junto a otros documentos “estrictamente confidenciales”. Como he dicho, la historia que estoy relatando se basa en documentos antiguos, que a su vez se basan en testimonios orales aún anteriores. Algunos de los acontecimientos que se presentan resultan desabridos y pueden llegar a disgustar a cierta gente. Puse a prueba una selección de fragmentos de la crónica con mi hermana Marcella y se escandalizó. No se podía creer que hubiera mujeres decentes que fueran crueles con los preciosos bebés varones. Mi hermana siempre está dispuesta a atribuirse los más delicados de los atributos femeninos ―un rasgo nada insólito, creo yo. Pero tal y como le recordé, a quien la haya visto gritando con fervor cuando la sangre manaba en la palestra, no resulta nada fácil convencerlo de la escrupulosidad femenina. Aquellos que deseen evitar que su sensibilidad se vea herida, deberían empezar la historia en la página 29. Esto que sigue no es el primer fragmento que tenemos de la historia, pero resulta informativo y por eso lo coloco en primer lugar. Doris LESSING |
Doris Lessing, Nobel de Literatura 2007
La novelista británica Doris Lessing, nacida en Persia y que este mes cumple 88 años, fue galardonada hoy con el Nobel de Literatura de este año. Lessing ya había sido distinguida en el 2001 con el Príncipe de Asturias.
La imagen más difundida de la autora de “El cuaderno dorado” (1962), considerada la biblia del feminismo británico, es la de una liberal a ultranza. En cierta etapa de su vida abrazó incluso ideas comunistas.
En muchas de sus más de cincuenta novelas, la considerada hasta ahora “única candidata seria británica al Nobel” critica repetidamente el trato de los blancos a los negros, relatando sus experiencias en Rhodesia (hoy Zimbabwe).
En 1925, su padre, ex oficial británico gravemente herido en la I Guerra Mundial, emigra con la familia a Rhodesia atraído por las promesas de hacer fortuna con una finca y el cultivo de productos agrícolas.
Los relatos de Lessing de esa etapa de su vida son ambivalentes. Tres elementos desempeñan un papel fundamental: la rígida educación particularmente de su madre, el descubrimiento de las bellezas de la naturaleza del sur de África y los horrores de la segregación y discriminación raciales.
El despertar de una rebelde
A los catorce años, hastiada de la educación autoritaria y anunciando ya la rebeldía en su alma, Lessing abandona el colegio de monjas al que iba y comienza a trabajar como asistente en una clínica. Pronto comienza también a escribir sus primeros relatos, en los que refleja las experiencias de desengaños amorosos.
A los 17 años, como se esperaba de ella, se casa con un granjero, con el que tiene dos hijos. El matrimonio es de corta duración: a los 23 años, en 1943, plena II Guerra Mundial, se divorcia y, a través de relación con el fervoroso izquierdista alemán Gottfried Lessing, se aproxima a grupos de ideología comunista.
En 1944 se casa con Lessing, que más tarde representaría a la República Democrática Alemana como diplomático en África, con el que tuvo su tercer hijo. En su autobiografía, Gregor Gysi, sobrino de Doris Lessing y hoy líder del partido de izquierda alemán Die Linke, la describe como una “mujer introvertida”, que “irradia una gran inteligencia” y da la impresión de ser “muy tímida”.
Doris Lessing publica su primera gran obra en 1950, "Vencida por la sabana", que la catapulta de inmediato a la fama. En 1954 se desengaña del comunismo y lo abandona, transformándose luego en una de sus más duras críticas, decantadas en “Canta la hierba”, una novela sumamente política.
Desilusiones y confesiones
En una entrevista, Lessing dice que hoy es muy intolerante con las ideologías, porque “pertenezco a una generación de grandes sueños, de utopías de sociedades perfectas, pero que han terminado en baños de sangre”.
En 1956, Sudáfrica y especialmente Rhodesia le prohíben el ingreso. En 1962 publica su novela más conocida, "El cuaderno dorado", que la convirtió en un icono del movimiento feminista, para gran sorpresa suya: “la cuestión de que un libro pueda cambiar la vida de una persona sólo puede significar que alguien está dispuesto a transformarse y el libro el sólo el detonante.”
En 1995, con 66 años, regresa a Sudáfrica para visitar a la familia que aún tiene allí y dar a conocer su autobiografía. Entonces, los vientos de la historia ya habían cambiado: es acogida con brazos abiertos, justamente por haber tratado los temas que cuarenta años antes le habían valido la expulsión.
De “Un paseo por la sombra”, una autobiografía de 1997, podría deducirse que a Doris Lessing ya no mucho la sorprende, pero interiormente reacciona como un fino sismógrafo. La clave para la comprensión de su vasta obra es quizás su respuesta a la cuestión de cuánta realidad contienen sus obras: “Es imposible describir la vida de un escritor, porque lo real en él no puede escribirse”.
Pablo Kummetz
DESPEDIDA
Ha empezado a llover,
tu recuerdo empapa el cuerpo triste de las flores
Es tarde,
la noche envuelve el canto de los árboles.
Estoy sin tí,
con el rumor de lluvia en la mirada.
No vendrás,
no esperaré ya...
lunes, 8 de octubre de 2007
OSCURECIENDO
El canto de los grillos trae consigo a las estrellas,
mi piel emana el líquido color del abandono.
[Respiro porque sé que tu nombre existe]
En otro lado tus ojos besan,
tus labios se desviven mirando otros labios,
y yo que no puedo delinear tu cuerpo en esta soledad me despedazo.
[Uno es sólo un corazón que se fragmenta]
La tierra es tierra sólo porque tú habitas en mis sueños,
y el trozo de jardín es el apéndice del mundo.
¿Qué haré cuando la noche acabe, cuando el silencio nocturno se despierte y mi cuerpo siga buscando el tuyo bajo el sol?