CANEK
Los dos llegaron cojeando: Guy y el perrito más dócil que había nacido en el patio. Guy tenía una pierna vendada
y el perrito una de las patitas envuelta en trapos. Los dos caminaban a saltos. El perrito gruñía —tal vez de dolor— y meneaba la cola —tal vez de agradecimiento.
—Nos caímos, Jacinto.
—Ya lo veo, niño Guy.
—Al perrito se le torció una patita. Ya se la compuse.
—¿Y tú?
—Acércate. No se lo digas a nadie. Me vendé sólo para consolarlo. Yo no tengo nada.
Abreu Gómez, Ermilo. Canek, Plaza Janes, Barcelona, 2000.
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