IV.
Mi piel no deja de soñar con el espacio que habita entre tus dedos,
Con la salada voz que surge de tu nombre al pronunciarlo,
Con el borde de tus párpados que cierran las puertas de la noche.
Mis ojos no dejan de pensar en las flores que brotan de tu pelo,
En la superficie lunar de tu cintura,
en el girasol ardiente brotando de tus labios.
Mis sueños no dejan de vivir en la cascada que brota del centro de tu alma,
En el horizonte que dibujas tan sólo con tus manos,
En la tierra que se abre a cada sonrisa que regalas.
Mi ser completo no deja de estar atado a tu misterio,
Encerrado para siempre en tu mirada.
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