AQUÍ LES DEJO UN CUENTO, AÚN NO CORREGIDO... SOY TERRIBLE EN EL USO DE PUNTOS Y COMAS. ASÍ QUE SEAN LINDOS E IGNORENLO, PROMETO PUBLICARLO YA CORREGIDO...
EL CUMPLEAÑOS.
Terminó de comer y miró por la ventana. Le pareció que el día era demasiado gris, como si el frío que calaba entre sus huesos le diera a las horas esa tonalidad. Tomó la chaqueta y salió apresuradamente, un aire húmedo y helado golpeó contra su rostro, en efecto, el día era gris, las nubes acumuladas en el cielo daban una tonalidad grisácea a las calles, a los escasos peatones, a cada pared y cada auto. Miró el reloj, las 7 AM. A lo lejos escuchó una sirena de ambulancia que rompió con la calma matinal.
Al pasar por la tienda de abarrotes le salió al paso Doña Luisa, parecía más joven que de costumbre, sonreía mientras la miraba fijamente.
- ¡Buenos días, cómo va ese cumpleaños!- dijo mientras se acomodaba la bufanda.
-Todo bien, todo bien- no le quedó más que contestar- como siempre, todo muy bien- dijo mientras apretaba el paso.
Pensó que el primer obstáculo estaba superado, la primera pregunta había sido contestada con honor, al menos hasta ese momento en realidad todo estaba bien.
Dio vuelta hacia la izquierda en el semáforo, no quería toparse de frente con el dueño de la carnicería así que tomó un camino distinto. Una cuadra después, cuando empezaba a pensar, que en efecto, su objetivo estaba cerca de ser cumplido, escuchó tras de sí una voz conocida.
-¡Rocío, buen día!, ¿disfrutando del cumpleaños?
-Buenos días- contestó mientras se volvía para fingirle una sonrisa al carnicero- se hace lo que se puede, se hace lo que se puede.
-Menos mal, mi mujer me mandó a buscarte, claro si no estás ocupada, o, ¿ya es tarde?
-Muy tarde, ya veremos luego- dijo mientras el microbús por primera vez pasaba justo a tiempo- ¡Ya veremos!
Se acomodó en el último asiento. Miró de reojo a la mujer que ocupaba un lugar al lado suyo, no parecía ser una conocida. Un poco más calmada, miró por el cristal, le tranquilizaba ver como empezaba a alejarse de esas calles que por el momento le resultaban peligrosas. La mujer a su lado se dio cuenta que la observaba y le sonrió, no le quedó más remedio que corresponder a tal gesto.
-Hace mucho frío, ¿verdad?, y yo que tuve que dejar a mis hijos en la casa, ¡pobrecitos, traen una gripa que no los deja levantarse de la cama!, y luego mi mamá ya está viejita, a mi me preocupa que puedan contagiarla, pero no tengo nadie más que me los cuide, pero bueno, son unos niños muy tranquilos, fíjese que el mayor cumple 10 años hoy, pobrecito, va a pasar su día todo enfermo y sin su mamá, pero bueno, en la noche le voy a llevar un pastel, ya sabe como son los niños, se emocionan con apagar las velas...
-¡Bajan en la esquina!- dijo, ignorando las palabras de la mujer.
Caminaba con prisa mientras repasaba mentalmente las cosas que deseaba hacer en la semana. Sacudir, lavar las cortinas, cambiar el empaque a la llave del fregadero, barrer el patio, terminar el trabajo pendiente. Sería una semana ocupada, y eso, le hacía sentirse feliz.
Sintió más frío y hundió el cuello en su chaqueta, empezaba a sentirse resfriada. Al llegar a su trabajo, fingió no ver al conserje que la miraba extrañado por la hora inusual de su llegada.
Las oficinas estaban vacías, las 7: 45 AM, en unos minutos sus compañeros empezarían a llegar. Se sentó en su escritorio y prendió la computadora, mientras su cara adoptaba un gesto de desagrado.
El primero en llegar fue Mejía, sus dientes de ratón le sonrieron maliciosamente, ella sólo hizo un breve ademán con la cabeza y abrió el archivo que se encontraba a su izquierda.
La Licenciada Guerrero pasó rápidamente frente a su escritorio, no sin antes haberle lanzado una mirada maliciosa.
Se levantó y fue a la cafetera, el café humeante la reanimó un poco, pensó que tal vez ese día no iba a resultar tan perfecto.
-Gran día, ¿no?- dijo Sandoval mientras la tomaba del brazo- Te ves mucho más linda que ayer.
Ella lo miró con desprecio, mientras él se alejaba sonriendo.
Dos horas después había terminado de teclear todos los expedientes, la oficina estaba llena y sentía que todos los presentes la miraban con malicia. Se levantó del asiento y cruzó el pasillo con excesiva incomodidad, observó de reojo cómo todos parecían observarla. Abrió la puerta del baño. Al entrar puso seguro a la puerta, y abrió la llave del lavabo, el agua estaba helada pero colocó sus manos bajo el chorro. Imaginó cómo todos en la oficina se estarían burlando de ella. Se miró en el espejo, mientras le parecía estar viendo la enorme calva de Sandoval sonrojándose por las carcajadas. Sintió asco tan sólo de pensar en el nauseabundo olor que su perfume combinado con la loción anticalvicie producían.
Lo que más la enfurecía era pensar en la satisfacción que Rosita, la secretaria, estaba experimentando mientras todos comentaban su secreto a voces.
Empezó a sentir un leve dolor de cabeza, su párpado derecho empezó a temblar como ocurría en los momentos de mayor estrés.
Tocaron a la puerta del baño.
-Está ocupado-dijo bruscamente.
Estuvo encerrada media hora, repasando múltiples soluciones a su problema, buscando la mejor manera de salir airosa de la situación. El dolor de cabeza era ya insoportable y un escalofrío persistente la había invadido. Le pareció ver que movían la perilla de la puerta. Se asustó y corrió a abrir la puerta. Nadie. Todos habían salido a comer, la oficina estaba vacía. Salió lentamente con temor de toparse con alguno de sus compañeros. Llegó hasta su escritorio. Se disponía a regresar a su trabajo cuando escuchó gritos tras ella.
-¡Feliz cumpleaños!- gritaron todos al unísono mientras Rosita colocaba el objeto de su desdicha en el escritorio.
Vio como las sonrisas se extendían en su rostro, cómo la calva de Sandoval se sonrojaba, cómo los dientes de Mejía le hacían esa mueca insoportable, el dolor de cabeza aumentó peligrosamente, no escuchaba ya sus risas ni sus gritos, sólo alcanzaba a ver sus sonrisas indiscretas, su secreto emergiendo de todas las miradas.
-¡Con una chingada, cumplo cuarenta, ya no estén jodiendo!- gritó mientras salía corriendo de la oficina.
En la entrada se topó con el conserje y pudo darse cuenta que también él lo sabía.
Terminó de comer y miró por la ventana. Le pareció que el día era demasiado gris, como si el frío que calaba entre sus huesos le diera a las horas esa tonalidad. Tomó la chaqueta y salió apresuradamente, un aire húmedo y helado golpeó contra su rostro, en efecto, el día era gris, las nubes acumuladas en el cielo daban una tonalidad grisácea a las calles, a los escasos peatones, a cada pared y cada auto. Miró el reloj, las 7 AM. A lo lejos escuchó una sirena de ambulancia que rompió con la calma matinal.
Al pasar por la tienda de abarrotes le salió al paso Doña Luisa, parecía más joven que de costumbre, sonreía mientras la miraba fijamente.
- ¡Buenos días, cómo va ese cumpleaños!- dijo mientras se acomodaba la bufanda.
-Todo bien, todo bien- no le quedó más que contestar- como siempre, todo muy bien- dijo mientras apretaba el paso.
Pensó que el primer obstáculo estaba superado, la primera pregunta había sido contestada con honor, al menos hasta ese momento en realidad todo estaba bien.
Dio vuelta hacia la izquierda en el semáforo, no quería toparse de frente con el dueño de la carnicería así que tomó un camino distinto. Una cuadra después, cuando empezaba a pensar, que en efecto, su objetivo estaba cerca de ser cumplido, escuchó tras de sí una voz conocida.
-¡Rocío, buen día!, ¿disfrutando del cumpleaños?
-Buenos días- contestó mientras se volvía para fingirle una sonrisa al carnicero- se hace lo que se puede, se hace lo que se puede.
-Menos mal, mi mujer me mandó a buscarte, claro si no estás ocupada, o, ¿ya es tarde?
-Muy tarde, ya veremos luego- dijo mientras el microbús por primera vez pasaba justo a tiempo- ¡Ya veremos!
Se acomodó en el último asiento. Miró de reojo a la mujer que ocupaba un lugar al lado suyo, no parecía ser una conocida. Un poco más calmada, miró por el cristal, le tranquilizaba ver como empezaba a alejarse de esas calles que por el momento le resultaban peligrosas. La mujer a su lado se dio cuenta que la observaba y le sonrió, no le quedó más remedio que corresponder a tal gesto.
-Hace mucho frío, ¿verdad?, y yo que tuve que dejar a mis hijos en la casa, ¡pobrecitos, traen una gripa que no los deja levantarse de la cama!, y luego mi mamá ya está viejita, a mi me preocupa que puedan contagiarla, pero no tengo nadie más que me los cuide, pero bueno, son unos niños muy tranquilos, fíjese que el mayor cumple 10 años hoy, pobrecito, va a pasar su día todo enfermo y sin su mamá, pero bueno, en la noche le voy a llevar un pastel, ya sabe como son los niños, se emocionan con apagar las velas...
-¡Bajan en la esquina!- dijo, ignorando las palabras de la mujer.
Caminaba con prisa mientras repasaba mentalmente las cosas que deseaba hacer en la semana. Sacudir, lavar las cortinas, cambiar el empaque a la llave del fregadero, barrer el patio, terminar el trabajo pendiente. Sería una semana ocupada, y eso, le hacía sentirse feliz.
Sintió más frío y hundió el cuello en su chaqueta, empezaba a sentirse resfriada. Al llegar a su trabajo, fingió no ver al conserje que la miraba extrañado por la hora inusual de su llegada.
Las oficinas estaban vacías, las 7: 45 AM, en unos minutos sus compañeros empezarían a llegar. Se sentó en su escritorio y prendió la computadora, mientras su cara adoptaba un gesto de desagrado.
El primero en llegar fue Mejía, sus dientes de ratón le sonrieron maliciosamente, ella sólo hizo un breve ademán con la cabeza y abrió el archivo que se encontraba a su izquierda.
La Licenciada Guerrero pasó rápidamente frente a su escritorio, no sin antes haberle lanzado una mirada maliciosa.
Se levantó y fue a la cafetera, el café humeante la reanimó un poco, pensó que tal vez ese día no iba a resultar tan perfecto.
-Gran día, ¿no?- dijo Sandoval mientras la tomaba del brazo- Te ves mucho más linda que ayer.
Ella lo miró con desprecio, mientras él se alejaba sonriendo.
Dos horas después había terminado de teclear todos los expedientes, la oficina estaba llena y sentía que todos los presentes la miraban con malicia. Se levantó del asiento y cruzó el pasillo con excesiva incomodidad, observó de reojo cómo todos parecían observarla. Abrió la puerta del baño. Al entrar puso seguro a la puerta, y abrió la llave del lavabo, el agua estaba helada pero colocó sus manos bajo el chorro. Imaginó cómo todos en la oficina se estarían burlando de ella. Se miró en el espejo, mientras le parecía estar viendo la enorme calva de Sandoval sonrojándose por las carcajadas. Sintió asco tan sólo de pensar en el nauseabundo olor que su perfume combinado con la loción anticalvicie producían.
Lo que más la enfurecía era pensar en la satisfacción que Rosita, la secretaria, estaba experimentando mientras todos comentaban su secreto a voces.
Empezó a sentir un leve dolor de cabeza, su párpado derecho empezó a temblar como ocurría en los momentos de mayor estrés.
Tocaron a la puerta del baño.
-Está ocupado-dijo bruscamente.
Estuvo encerrada media hora, repasando múltiples soluciones a su problema, buscando la mejor manera de salir airosa de la situación. El dolor de cabeza era ya insoportable y un escalofrío persistente la había invadido. Le pareció ver que movían la perilla de la puerta. Se asustó y corrió a abrir la puerta. Nadie. Todos habían salido a comer, la oficina estaba vacía. Salió lentamente con temor de toparse con alguno de sus compañeros. Llegó hasta su escritorio. Se disponía a regresar a su trabajo cuando escuchó gritos tras ella.
-¡Feliz cumpleaños!- gritaron todos al unísono mientras Rosita colocaba el objeto de su desdicha en el escritorio.
Vio como las sonrisas se extendían en su rostro, cómo la calva de Sandoval se sonrojaba, cómo los dientes de Mejía le hacían esa mueca insoportable, el dolor de cabeza aumentó peligrosamente, no escuchaba ya sus risas ni sus gritos, sólo alcanzaba a ver sus sonrisas indiscretas, su secreto emergiendo de todas las miradas.
-¡Con una chingada, cumplo cuarenta, ya no estén jodiendo!- gritó mientras salía corriendo de la oficina.
En la entrada se topó con el conserje y pudo darse cuenta que también él lo sabía.
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