Tu encanto, luna llena,
no colmará en mi sangre un sólo aullido,
ni tus garras saborearán mi piel.
Sólo la noche recorrerá este cuerpo,
mientras mis fauces destierran tu desnudez de roca.
Plata encañonada será esta despedida,
aunque el silencio se vuelva eterno.
miércoles, 22 de agosto de 2007
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