lunes, 6 de agosto de 2007

HUMANIDAD.




Cornelius apagó el notivirtual con un chasquido de dedos. Al instante la figura del reportero se desvaneció en el aire.
—¿Por qué lo apagas?— dijo Atenea con voz chillona.
—No te pierdes de nada, siempre son las mismas mentiras; la misma farsa. — dijo Cornelius mientras se ponía su vieja chamarra de piel.
—¡Ahí vas de nuevo a la calle con esa antigüedad, debería darte vergüenza!—recriminó Atenea— ¡No sé por qué me casé contigo!
—¡Anda, mujer, calla, que no me vas a venir a cambiar a los 95 años!— dijo, señalando las tres arrugas que habían aparecido en su rostro y el cabello que apenas empezaba a blanquear.

Salió del departamento dejando tras de sí los reclamos de su mujer. Abrochó la chamarra y se dirigió al museo. Le gustaba pasar ahí las tardes; emocionado con la visión del pasado; con la idea de que todo estaría mejor si él pudiese regresar el tiempo.
— Atardecer pleno, Don Cornelius— saludó el guardia del museo.
— Atardecer pleno, XZ400— contestó él, alejándose rápidamente.

La visión de esos seres plastificados le provocaba nauseas. En ocasiones llegaba a imaginar que personas de su pasado se veían reflejadas en la piel brillante y gelatinosa de esas criaturas fabricadas por centenares en los últimos 80 años.
Entró en la sala tres: “Inicios del siglo XXI”. Había crecido en esa época, disfrutando la calma aparente que todavía reinaba en esos años. En el 2015, él aun un adolescente, todo cambió. Se estremecía al recordar la incertidumbre y el caos que reinaron durante veinte años y lo ocurrido a sus padres y a millones de personas que habían sido convencidos de que el progreso exigía sacrificio.

—Por Xúpiter, ya supéralo, Cornelius, mira la tranquilidad en que vivimos ahora— le decía casi a diario su mujer.


Él jamás olvidaría, lo supo la noche en que la paz se restableció en el mundo bajo el mando de Xúpiter. Los sobrevientes vieron en este personaje a un héroe, un Mesías al que empezaron a venerar y a obedecer ciegamente. Cornelius vio en él a un monstruo cuyo único propósito era conseguir la propagación de los “XZ”.

— Disculpe, Don Cornelius, ya vamos a cargar—interrumpió sus pensamientos el guardia, indicando que el campo electromagenitico iba a ser activado.

— Ahhh, sí, XZ400, ya me voy— sonrió fingidamente.

Salió, afuera la lluvia rojiza había iniciado. Cornelius se arrepintió de no llevar puestos el sombrero y la chamarra para días lluviosos. Le repugnaba sentir las gotas tocando su piel. Sabía que ese color rojizo provenía de las industrias que se dedicaban a la fabricación de “XZ”.
Cuando llegó a casa, Atenea lo esperaba. Su rostro reflejaba tristeza y resignación.

— Ya se los llevaron— dijo ella.
— ¿Hace cuánto?
— Hace una hora. Traían las órdenes de contribución.
— ¿A quienes se llevaron esta vez?
— A Helena, Agamenón y Venus.
— ¡Malditos, primero dos de mis hijos y ahora mis pequeños nietos!
— Es lo justo— dijo ella— Ya sabes como funcionan las cosas: “Para disfrutar hay que sacrificar” — parafraseó el lema de Xúpiter.
— ¡Disfrutar, mierda!

La dejó hablando sola. Salió a pesar de que la lluvia roja lo empapaba. Supo que jamás sería feliz en ese mundo. En una esquina se topó con un “XZ” que le sonrió. Cornelius sintió un escalofrío intenso y termino vomitando en plena calle frente a la mirada atónita de la criatura.
Cuando se repuso miró con desprecio las imágenes de Xúpiter en todos lados, lanzando sus discursos a diestra y siniestra.
Supo que ese ser monstruoso podía convencerlos a todos; pero a él nadie le iba a venir a decir que derretir a su familia para construir “XZ” era en pro de la humanidad.

– ¡Al carajo con la humanidad!— dijo mientras sacaba un revolver, último recuerdo de su padre y le apuntaba a uno de esos seres en la frente…

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