A solas
en el recóndito inconsciente de mis pasos,
me descubro tuya,
prolongación de tu sangre,
polvo de tu encanto,
inmensa lluvia de tus ojos.
Te pertenezco
fuimos prefigurados para estar juntos,
para esconder en nuestros ojos el pecado,
mármol,
tatuaje,
sol,
desierto.
Eres la belleza que me fue negada antaño,
cincel que esculpe mi dolor,
arpa silente entre mis huesos.
En el recodo del sueño te descubro,
libre,
sonoro,
cal seduciendo mi vientre congelado.
Pertenezco a tu mano enjuta,
a tu mirada jeroglífico vacío,
a tus labios que me poseen sin tocarme.
Soy tu sangre,
tu deseo.
Angélicos, tus brazos se desnudan
al mero silencio de tus ojos.
Me cubro la frente con tu ausencia,
prolongo el tiempo:
contemplación eterna de ti.
granito,
barro,
tierra,
todo lo que ansío modelar está en tu cuerpo.
No me descubras,
no alcancen tus ojos a mirarme,
caería en el delirio,
esculpiría tu figura con mi llanto.
miércoles, 16 de mayo de 2007
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