" Regrésate Juan... Si me regreso me muero...
Entonces quédate...si me quedo también me muero..."
A mi clon
Este libro llegó a mis manos por casualidad –una de esas casualidades que de tan cotidianas se convierten en mitos y milagros-, y por casualidad también, Juan Paloma, el protagonista de esta novela, se enamoró, igual que yo, de la luna y del “Claro de luna” de Bethovenn. Ambos, él y yo –y pocos más- hemos enfermado de fantasía, vamos por el mundo agonizando; alejando a “los sanos”, a aquellos que nos rehuyen por temor a que los sueños que llevamos tatuados en los ojos los contagien.
“Si me regreso me muero” es una novela tan corta que bien podría caber en la palma de una mano, que fácil se acomodaría en un rincón de la memoria. Llena de un lenguaje delirante, de un discurso que desespera los sentidos hasta el punto de no saber si ponerse a llorar o a maldecir a la luna ya bendita.
He descubierto en este libro un lenguaje que me evoca a “Pedro Páramo”, como si Juan Paloma y las “siempre suyas”: Pilar Luna, Mariana Ríos y María Nepomuceno habitaran en ese recodo del tiempo en el que se ha quedado la Comala de Rulfo; como si Juan hubiese conseguido traspasar la barrera del tiempo y se instalase en el limbo de los que sólo saben soñar.
La historia nos cuenta la vida de este hombre enfermo de fantasía que bebe para olvidarse de Dios y de sí mismo. Le acompañan Pilar Luna, “…Pilar Luna de la agonía de la tristeza, de la poesía…”; Mariana Ríos “…exiliada en los rencores y cuyo amor se volvió de odios…”,”…Mariana Ríos cuando me acuerdo de ti me vuelvo de llanto, de eso se volvió tu fuga…” y María Nepomuceno quien logra que Juan Paloma se vuelva de estrellas al verla aparecer, “…Te vi María Nepomuceno, sólo por eso, a éstos ojos no se los van a comer los gusanos”
Ana Klein nos revela en este libro a un Dios que exige no cometer ningún error. Para Klein el amor no puede imaginarse sin culpa; para amar habrá que ser luego castigado.
Un libro recomendable -cuyo prólogo fue escrito por Elena Poniatowska- para empezar a agonizar de fantasía; para reconocer al unicornio de la luna; para vagar por callejones que hace tiempo frecuentabamos y al final, antes de morir para siempre de imaginación, concluir al igual que Juan Paloma:
"...buscar la rosa azul aunque no exista; no quiero perderme la vida por miedo al infierno. Sin amor todo es inútil, hasta Dios..."
Klein Ana. Si me regreso me muero. Jorge Porrúa Editorial, México, 1984, p.p. 75.
Unicornios en la luna,
ResponderBorrarlocos que intentan ser comunes.
Me alegro que te gustara,
hoy estoy deseando con todas
mis fuerzas ser 'normal', ser 'linda', 'sonriente', 'feliz', 'bonita', pero resulta, que al final del día sigo siendo yo.
Besos clon,
quizás mañana amanezca menos infeliz.