Amanece en lo perfecto de tu rostro,
la oscuridad que encierra tu mirada hace huecos en mi centro,
no pertenezco al mundo de los vivos,
mi congelada faz abandonó esta tierra,
mis manos no sienten el dolor de los mortales,
fui silencio hasta que tu voz llegó apartando todo
y tu figura se mezclo en mis sueños.
Pertenezco a tu boca,
al sonido de tu nombre,
viviré por siempre en el recuerdo de tus ojos,
y moriré de nuevo en este olvido.
El verdadero ámbar está en tu sangre
y en tu esencia que no podré tocar
ni en este infierno en que me hundo...
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